2° Domingo de Cuaresma 2020

Obras Cuaresmales

(Domingo 8 de marzo de 2020) P. Pío Vázquez.

(Introducción)

Queridos fieles:

El día de hoy, Segundo Domingo de Cuaresma, trataremos sobre las obras cuaresmales, a saber, oración, penitencia y limosna.
Primeramente, hay que notar que son llamadas obras cuaresmales, no porque sólo deban ser practicadas durante la Cuaresma, sino porque en ella deben ser practicadas mucho más, tanto en número (bastante más de lo habitual) como en intensidad (con mucho más fervor del acostumbrado).

(Cuerpo 1: Oración)

En primer lugar, hablemos de la oración.
Comencemos diciendo que la oración es un componente absolutamente indispensable que no puede faltar en nuestras vidas, si queremos ser católicos serios. Sin oración nuestra vida de católicos es una quimera, una ilusión, pues sin ella nos es imposible vencer nuestras pasiones y defectos y salir del pecado; sin ella no podemos adquirir las virtudes necesarias para practicar el bien y perseverar en él. Conocido es el dicho de San Alfonso Mª de Ligorio —que ya hemos traído a colación en otras ocasiones— que dice: “El que ora se salva, el que no ora se condena”. Palabras duras, categóricas, pero muy verdaderas, porque para poder alcanzar la salvación es absolutamente indispensable la gracia de Dios, y ésta Dios no la concede sino a los que se la piden por la oración. Dios quiere darnos su gracia, pero para dárnosla quiere que antes se la pidamos.
Por tanto, si estamos flojos en este punto de la oración, aprovechemos la Cuaresma para poner remedio a ello; y si, por gracia de Dios, tenemos costumbre de hacer oración, intensifiquémosla durante este tiempo penitencial. Sin ser exhaustivos, demos algunas ideas sobre qué oraciones podemos practicar por la Cuaresma:

1) En primer lugar, el Santo Sacrificio de la Misa. La Santa Misa es la oración más prefecta, pues es la más poderosa de todas las que poseemos los católicos, ya que tiene un valor y eficacia infinitos, pues es el mismo Sacrificio del Calvario renovado incruentamente sobre los altares. Por tanto, un excelentísimo propósito de Cuaresma es asistir a la Santa Misa entresemana algún día o varios días, o —mejor aun— todos los días, según sean las posibilidades de cada uno.

2) En segundo lugar, el Santo Rosario. Después del Santo Sacrificio de la Misa, el Santo Rosario es la oración más eficaz y agradable a Dios que tenemos a nuestro alcance. Por lo cual, un grandioso propósito de Cuaresma es rezar el Santo Rosario todos los días, máxime si uno no tiene costumbre de hacerlo. Y aquellos que ya acostumbran rezarlo a diario, pueden proponerse rezar uno o hasta dos más, de manera que ofrezcan a Dios la Corona entera, esto es, los 15 misterios completos, durante la Cuaresma; propósito excelente.

3) En tercer lugar, la oración mental o meditación. Es ésta una muy excelente forma de hacer oración que, practicada en la forma debida, hace avanzar al alma por los caminos de la perfección y santidad. Ella consiste en dedicar 20 ó 30 minutos aproximadamente a la consideración de las verdades divinas en cuanto nos afectan y atañen, es decir, pensar en Dios y en cómo es nuestra relación con Él. Ésta es una buena opción para aquellos que ya recen la Corona entera del Santo Rosario: meditar todos los días (o algunos) unos 20 minutos.

Asimismo, algunas otras prácticas para realizar durante la Cuaresma pueden ser: las oraciones de la mañana y de la noche —¡cuántos no las hacen!—; hacer examen de conciencia todos los días; rezar el vía crucis los viernes (o más días); rezar todos los días las tres avemarías de la perseverancia; ofrecer un misterio del Rosario todos los días por el descanso de las Benditas Almas del Purgatorio, etc., etc.

(Cuerpo 2: Penitencia)

Mas pasemos ahora a la segunda obra cuaresmal: la penitencia, por la cual entendemos todo género de sacrificio o mortificación.
En primer lugar, debemos afirmar que la penitencia es absolutamente necesaria a todos, nadie puede eximirse de ella; Nuestro Señor dice: “si no hacéis penitencia, pereceréis todos igualmente1. Ello es así, porque el desorden de nuestra naturaleza caída es tal y nuestra debilidad tan grande, que si no la mortificamos y subyugamos por medio de la penitencia, no hay esperanza de vencer a ese terrible enemigo que llamamos la carne. Por esto Nuestro Señor también dijo lo que sigue: “el reino de los cielos padece fuerza y los que se la hacen, lo arrebatan2; o, dicho con otras palabras, los que se hacen violencia a sí mismos, mortificando sus gustos y apetitos y contrariando sus pasiones, ésos son los que arrebatan el cielo, los que consiguen la salvación. El tema no es menor…

1 S. Lucas 13,3.
2 San Mateo 11,12.

Además, la penitencia o mortificación, aparte de la salvación, nos acarrea muchos otros beneficios, entre los cuales están: 1) El imitar a Dios Nuestro Señor Jesucristo, cuya vida no fue sino una suma de privaciones y mortificaciones: Mientras más crucifiquemos nuestra carne, más nos asimilaremos a Él. 2) La privación y mortificación de los sentidos y apetitos nos desapega de esta miserable tierra, haciéndonos elevar la mirada hacia la verdadera vida, a los bienes eternos. 3) Por la penitencia nos hacemos señores de nosotros mismos, adquirimos constancia y carácter para sobrellevar las adversidades y dominamos nuestra naturaleza caída y sus pasiones y malas inclinaciones; por el contrario, cuando falta la mortificación, no se ve sino inconstancia en el ánimo, el cual es arrastrado por cualquier viento de las pasiones. 4) Asimismo, por la penitencia, expiamos y hacemos reparación por los pecados cometidos, esto es, limpiamos nuestra alma de las manchas que el pecado ha dejado en ella y obtenemos fuerzas para evitar el pecado en lo venidero. 5) Y por ella podemos aplacar la justa ira de Dios, de manera que disminuya o suspenda el castigo, como aconteció con Nínive al oír la predicación del Profeta Jonás.

Éstos son tan sólo algunos bienes que nos vienen de la penitencia, para que los meditemos y nos animemos a ella, que tanto nos cuesta.
Mas ahora demos algunos ejemplos de obras de penitencia que podemos practicar durante esta Cuaresma para conseguir los mencionados bienes:

1) Primeramente, venir a la Santa Misa. ¿Cómo?, ¿asistir a Misa es una obra de penitencia? Claro que sí: hoy en día lo es. Nos explicamos. Por la Crisis actual en que vivimos, asistir a Misa —entiéndase la verdadera Misa, no la falsa misa moderna—, asistir ella, en muchos casos, se ha vuelto toda una proeza, un acto casi heroico, por el gran esfuerzo que supone, pues la verdadera Misa se halla, hoy día, en muy escasos lugares. Hay personas que viven lejos —a lo cual hay que sumar el “trancón”— que deben invertir hasta una hora o más —tal vez hasta dos horas en algunos casos— para poder llegar a la Santa Misa, y ello por supuesto es agotador, supone una gran mortificación. Y es, en verdad, muy meritorio ante Dios que uno, en vez de ir directamente a casa a descansar después de un día de trabajo, se meta en un insufrible “trancón” para poder asistir a la Santa Misa… y cuando ésta acaba, lo mismo: meterse en otro trancón para llegar —quién sabe a qué horas de la noche— al hogar… Esto implica mucha privación y sacrificio, como decimos.

Por lo cual, los invitamos y exhortamos a todos los que puedan, a elegir esta penitencia para Cuaresma. Aquí matan dos pájaros de un tiro: tienen una obra excelentísima de oración: la Santa Misa, y una muy buena penitencia: todo el trabajo y cansancio que supone asistir a ella, como recién hemos dicho.

2) En segundo lugar, levantarse más temprano: madrugar. Ésta es también una muy buena penitencia o mortificación que podemos practicar durante la Cuaresma, pues supone privarnos de parte del descanso, de horas de sueño. Y una ventaja de esta penitencia es que muy fácilmente se puede combinar con la oración: Por ejemplo, levantarse más temprano para venir a la Misa de la mañana, o para iniciar el día rezando el Santo Rosario o haciendo oración mental.

3) En tercer lugar, la privación de los alimentos: el ayuno y la abstinencia. El ayuno obligaba en otros tiempos rigurosamente durante toda la Cuaresma. Hoy, sin embargo, no consta tal obligación, pues antes de Vaticano II ya había habido varias mitigaciones respecto al ayuno bajo Pío XII.
No obstante, sería temerario sin más descartar totalmente esta forma de penitencia, la cual santifica mucho al alma cuando es practicada debidamente; de ella dice hermosamente el Prefacio de Cuaresma: “Que por el ayuno corporal reprimes los vicios, elevas el alma y nos otorgas la virtud y el premio”. Por tanto, los invitamos a elegir uno o dos días a la semana para ayunar, por ejemplo, miércoles y viernes, guardando el viernes abstinencia, como es obvio. Los viernes de Cuaresma no se come carne.

4) Otro muy buen propósito de Cuaresma puede ser el siguiente: No utilizar redes sociales (Facebook, Whatsapp, Youtube, internet en general) si no es estrictísimamente necesario, así como no ver nada de novelas ni películas. Recomendamos esta mortificación a aquellos que tengan la mala costumbre de perder mucho tiempo en tales cosas, y aprovechar dicho tiempo en la oración, viniendo a Misa, rezando el Santo Rosario, etc., como recién hemos dicho.

Éstos han sido sólo unos ejemplos, para nada exhaustivos, de penitencias que podemos practicar durante la Cuaresma. En términos generales, podemos — y deberíamos— mortificarnos en aquellas cosas a las que estamos muy aficionados o apegados. Pensemos, pues, qué haremos, ya que es importante que no nos “durmamos” y dejemos pasar la Cuaresma sin habernos mortificado en nada, ello no estaría para nada bien.

(Cuerpo 3: Limosna)

Pero, pasemos ahora a decir algo, así sea breve, sobre la tercera obra que debe brillar en Cuaresma: la limosna, bajo la cual están comprendidas todas las obras de misericordia, no sólo las corporales, sino también las espirituales —que son de mayor importancia—.
Y aquí se nos presenta la oportunidad de insistir una vez más sobre la Santa Misa como obra de Cuaresma. En efecto, venir a Misa supone, no sólo el esfuerzo de que hablábamos antes (tiempo, cansancio, etc.), sino también un gasto económico: los pasajes del bus, del taxi, el peaje (para quienes vienen de fuera), el gasto en el combustible, etc.; todo ello cuesta y para algunos implica un gasto considerable, máxime si la asistencia a Misa es varias veces entresemana. Pues bien, todo ese gasto es “limosna por y para Dios”, pues es dinero que uno “invierte” en Dios, si nos podemos expresar así.
Y, como recién decíamos, en la obra cuaresmal de la limosna están incluidas las obras de misericordia espirituales, lo cual es muy consolador para aquellos que tal vez no se hallan en la mejor situación económica para socorrer materialmente a su prójimo; pues dichas obras están al alcance de todos, ya que cualquiera puede ayudar a su prójimo, ya sea dándole un buen consejo, o escuchándolo en sus angustias y tristezas para consolarlo, o corrigiéndolo con Caridad si va por mal camino, o enseñándole las verdades de Fe o Catecismo, o perdonándole las injurias u ofensas que le haya podido haber inferido, o rogando por él a Dios, como por todos los fieles difuntos; todas obras de misericordia espirituales que podemos ejercer durante esta Cuaresma.

(Conclusión)

Y así, para concluir, queridos fieles, simplemente deseamos insistir en la Santa Misa como obra cuaresmal. Como han podido apreciar, la Misa abarca todas las tres obras cuaresmales: oración, penitencia y limosna. Pues es la oración más perfecta y poderosa, implica hoy en día un sacrificio enorme el asistir a ella y también un gasto económico no pocas veces considerable. Por lo cual, vivamente los exhortamos a que asistan a la Santa Misa entresemana una o varias veces durante esta Cuaresma; es el mejor propósito cuaresmal que pueden elegir.
Y aquellos que no tengan la posibilidad de asistir a la Santa Misa —ya sea por los horarios de trabajo o por vivir en alguna zona donde no la hay—, aférrense al Santo Rosario. Ya que no pueden asistir a Misa, en su lugar recen el Rosario. Si no lo rezan a diario, hacerlo todos los días; y si ya hacen así, agregar entonces uno más, de manera que recen dos por la Cuaresma —o hasta tres de ser posible, la Corona entera—.

Meditemos, pues, estas cosas y pidamos a la Santísima Virgen María nos dé la gracia de pasar una santa Cuaresma que nos prepare convenientemente para la Pascua.

Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.